lunes, 11 de abril de 2011

El cuento de Don José, José, Pepe y Pepito

El cuento de Don José, José, Pepe y Pepito
Don José

Don José es presidente del consejo de administración del Banco Tuamigo. Pertenece a una saga de banqueros y está casado en segundas nupcias con una Grande de España, la Marquesa de Topamí, con quien tiene cinco hijos, todos ellos Doctores en Ciencias Económicas y Empresariales y MBA por el IESE (Universidad de Navarra).

Gran aficionado a la caza, a la vela y, desde hace unos años, también al golf, Don José suele compartir monterías con ministros, jueces de la Audiencia Nacional y algún que otro presidente de gobierno. Aunque no suele alardear de ello, en más de una ocasión se le ha podido ver navegando junto al Rey, primo de tercer grado por parte de madre de la Marquesa de Topamí.

Don José es un tipo inteligente que sabe desde hace tiempo –de casta le viene al galgo- que la discreción es la cualidad más apreciada en los círculos de poder. Poco a poco, su buen hacer y alguna que otra recomendación del entorno familiar de la señora marquesa le han convertido en un referente para las mayores fortunas nacionales. Y las de ultramar. No hay semana en que no reciba una llamada de un empresario del Ibex 35 o de un abogado anónimo con acento suizo, interesándose sobre posibles inversiones.

Don José conoce personalmente a los titulares de los más prestigiosos bufetes internacionales y sabe de sus habilidades profesionales para gestionar cientos de millones de euros a través de complejos entramados de sociedades fantasmas en paraísos fiscales.

José

José es el director de inversiones del Banco Tuamigo. Procede de una familia de juristas y notarios y su abuelo llegó a ser secretario de un ministro de Franco.

José empezó como director de una importante sucursal del madrileño Barrio de Salamanca en la que un día conoció a la que hoy es su esposa. Ese día, tras una reunión del consejo más corta de lo previsto, Don José decidió dar un paseo y acercarse a visitar la sucursal del Banco que mayor incremento de volumen de negocio presentaba. En el camino se encontró con su sobrina Asunción que acababa de volver de Pamplona de someterse a unas pruebas médicas y estaba colaborando en la recaudación de fondos para la Asociación Española Contra el Cáncer. Asunción, que no veía a Don José desde hacía un año, decidió acompañarle.

José y Asunción tienen hoy cuatro niños de seis, cinco, cuatro y tres años. Todos estudian en colegios religiosos y por las tardes reciben clases de tenis y de equitación.

Entre los antiguos clientes de José hay varios apellidos ilustres de la sociedad madrileña y no pocos promotores inmobiliarios, entre ellos Pepe.

A pesar de sus diferencias sociales, el éxito de Pepe no habría sido posible sin la colaboración de José. Y viceversa.

Desde el primer día José vio en Pepe a un empresario de futuro. Como director de sucursal financió sus primeras promociones inmobiliarias y más tarde, siendo director de inversiones, propuso la creación de sociedades participadas por el Banco para el desarrollo de las macro operaciones urbanísticas propuestas por Pepe.

Operaciones que contaron todas y cada una de ellas con la aprobación unánime del Consejo de Administración que preside Don José.

Pepe

Pepe es un tipo listo que empezó con una pequeña constructora y hoy es promotor inmobiliario. No tiene estudios ni falta que le hicieron para codearse con los políticos de su región y ser el personaje más admirado de toda la provincia.

Entendió pronto cómo prosperar y ser respetado en el difícil mundo de los negocios: financió varias campañas electorales que le valieron jugosos contratos públicos y empleó parte de los beneficios en patrocinar al equipo de fútbol más conocido de la comarca, hasta conducirlo de segunda regional a primera división.

Hace tiempo que dejó de levantarse a las 10h de la mañana –siempre pensó que antes de esa hora el dinero no estaba en la calle-. Ya no frecuenta la cafetería que hay frente al ayuntamiento, en la que todavía pueden verse intermediarios de suelo compartiendo barra y conversación con el concejal de urbanismo de turno.

Ahora los negocios de Pepe han crecido. Administra un grupo inmobiliario con sociedades participadas por el Banco Tuamigo y ha tenido que comprarse un jet para poder atender en persona cada una de las operaciones inmobiliarias que tiene repartidas por España. Dos de sus hijos, pese a no haber terminado la EGB, suelen acompañarle en sus viajes. Se encargan de la preparación, transporte y entrega de los maletines. Pepe está ya algo cansado y ha decidido preparar el relevo al frente de la compañía.

Pepito

Pepito es fontanero igual que su difunto padre pero, a diferencia de este, el estudió FP.

Durante diez años Pepito tuvo contrato fijo en una constructora. El sueldo no era grande y a duras penas podía para pagar el alquiler de un quinto sin ascensor y mantener a su mujer y sus dos hijas.

Pepito es el menor de cuatro hermanos y el único que no emigró a Alemania. A la muerte del padre, Pepito y su familia se fueron a vivir a casa de la abuela Aurelia.

Hace ocho años Pepito decidió montar su propia empresa y empezó a trabajar como subcontratista para varias constructoras. La cosa fue tan bien que llegó a tener veinte empleados distribuidos en cinco grandes obras de Madrid, tres de ellas promovidas por Pepe.

Cada viernes, Pepito pagaba religiosamente a sus trabajadores y le sobraba algo de dinero para permitirse algún que otro lujo. En los dos primeros años ahorró lo suficiente para pagar la entrada de un pareado de una de las promociones de Pepe y guardar 20.000 euros para los estudios de sus hijas. 20.000 euros que invirtió en Fórum Filatélico.

El trabajo iba a más y pensó en borrar de un plumazo tantos años de penurias. Había llegado el momento de empezar a vivir como un señor. Lo primero era cambiar el viejo Seat por un 4x4 a la altura de su condición social. Como no quería tocar el dinero de las niñas, unos días antes de subrogarse a la hipoteca entró en una de las oficinas del Banco Tuamigo y consultó al director si había alguna posibilidad de aumentar el préstamo. El director le dijo que no se preocupara, que ya buscaría la fórmula para incluir 40.000 euros más. A la semana siguiente Pepito y su mujer salían cogidos de la mano de la notaría de uno de los primos de José. Eran felices, por fin iban a tener casa propia y coche nuevo.

Tres años más tarde Pepe el promotor empezó a retrasar los pagos a las constructoras y éstas a su vez a las subcontratas. Pepito siguió trabajando aunque no cobrara, confiado en que la crisis era algo pasajero tal y como aseguraban los políticos y los telediarios.

Pepito gastó todos sus ahorros en pagar nóminas y materiales. Empezó a ir en autobús a las obras. Dicen que lo han visto con su mujer y sus hijas en un comedor de Cáritas.

La semana que viene Don José se jubilará con una prima de tres millones de euros más otros seis en un paraíso fiscal, José será nombrado consejero del Banco Tuamigo, Pepe iniciará un resort de mil viviendas y seis hoteles en México y Pepito recibirá una carta de ejecución hipotecaria.

Ciudadanos de Espartinas